Liebres lentas y tortugas rápidas
Seguramente oíste alguna vez aquella fábula de la carrera entre una
liebre y una tortuga, que al fin terminó ganando la tortuga, porque la liebre,
segura en si misma que ganaría, se acostó a dormir una siestita.
Aquella vieja historia sigue hoy teniendo mucha vigencia. ¿Quién de
nosotros no se confía en sus capacidades y superioridad sobre otros como para
sentirse mas valorado? Jesús, también contó una parábola sobre un fariseo que
se creía superior a un publicano; sin embargo para Jesús el publicano resulto
mas noble que el fariseo.
Creo que un ejercicio interesante sería considerar que aquello que
remotamente podría suceder, bien podría sucederme a mi. Yo puedo ser la liebre
que pierde la carrera con la tortuga; yo puedo ser ese fariseo recalcitrante
que está por debajo del publicano despreciado. Yo puedo ser el que pierde con
todas las posibilidades de ser el ganador.
He aprendido que no es seguro estar tan seguro, que siempre está
latente: “Al mejor cazador se le escapa la liebre”, aunque sea esa libre que
perdió la carrera con la tortuga. ¿Por qué no a mi?
Cuando considero una remota posibilidad, esa posibilidad ya no es tan
remota, y eso da espacio para la humildad, quiero decir, no debo jactarme en
nada, ni burlarme en absoluto. ¿Acaso no
vamos bastante retrasados los argentinos a pesar de nuestra rapidez? ¿Qué
paradoja no?
Es que ser rápidos no tiene sentido sin considerar ¿Rápidos para que?
Hoy día los niños se destacan por ser más despiertos y rápidos y pregunto:
¿Despiertos y rápidos para que? ¿Para manejar jueguitos electrónicos? ¿Para
salirse con las suyas? ¿Para saber prematuramente lo que antes se debía
ignorar? Y ¿Dónde está llegando la juventud con esa rapidez? No hace falta que
lo digamos y ya no tengo mas espacio para decirlo. Solo diré: “La tortuga va más
lento y vive más que ninguno” ¿Por qué será?